Los días,
los meses,
los años…
no pasan en vano:
nos pulen,
nos moldean,
nos transforman.
El cuerpo descubre sus límites y su fortaleza,
la mente su incesante cauce de pensamientos,
las emociones su oleaje que sube y baja.
El tiempo nos enriquece,
como un artesano paciente
que talla en la piedra del alma
las huellas de la experiencia.
Y sin embargo,
en lo más profundo,
hay algo que permanece.
Un núcleo intacto,
una raíz que no se desgasta,
un fuego que no envejece.
Ese que nos dio todo,
ese que nos sostiene en silencio,
ese que simplemente es:
nuestro Ser.
Que en este año
tu Ser se manifieste plenamente:
hablando con la voz de tu alma,
habitando la casa de tu cuerpo,
iluminando la claridad de tu mente,
danzando en la vibración de tus emociones.
Porque detrás del paso del tiempo,
detrás de los días,
los meses
y los años,
hay un testigo eterno
que eres tú.





