
I
No vengo a pedir que me eleves sin comprender,
ni a suplicar como quien no ha visto.
Yo he visto.
He conocido la vastedad del abismo
y el engaño del reflejo.
Y aún así,
la Luz me arde dentro.
II
No olvidé del todo.
Quedó una chispa,
una lágrima detenida entre mundos,
un resplandor que no pudieron sofocar
ni los siglos,
ni los nombres,
ni las máscaras del tiempo.
III
He sido tentada por el olvido
con dulzura y con furia,
pero ninguna sombra
pudo borrar del todo
el eco de tu llamado.
IV
Por eso te invoco,
no como quien clama desde la carencia,
sino como quien recuerda
lo que es.
V
Devuélveme
no al trono que perdí,
sino al centro que nunca fue tocado.
Devuélveme
al fulgor que no pide,
que simplemente es.
VI
Y si he de subir,
que sea caminando mi noche,
con los ojos abiertos,
y los pies tocando cada lágrima
hasta que el cielo brote en mí
como un amanecer sin forma.






